Airstream.

A muchos esta palabra no os dirá nada. Otros pensaréis que es un nuevo fenómeno meteorológico. Y algunos, los más viejos o los más picados, sabréis de qué os hablo. Se trata de la caravana más popular en la América de los años cuarenta a los setenta, la Airstream.

La idea de la vivienda móvil siempre ha estado muy ligada al estilo de vida americano. Los pioneros recorrieron enormes distancias hacia el Oeste buscando nuevas tierras donde asentarse. Las caravanas, tiradas por caballos, contenían todo lo indispensable para la vida. 

Ya en las primeras décadas del siglo XX, cuando la expansión hacia el Oeste se había completado, surgieron nuevos diseños de caravanas, pero esta vez tiradas por coches. Uno de estos nuevos modelos de caravanas pronto se hizo popular entre la clase media americana; la Airstream Clipper, creada por Wallace Merle Byam en 1936 como evolución a los modelos anteriores. 

Byam comenzó a construir caravanas a finales de los años veinte en el jardín de su casa de Los Ángeles. Unos años más tarde, adquirió la Bowlus Company, empresa vinculada al diseño aeronáutico y responsable de la construcción del avión con el que Charles Lindbergh cruzó el Atlántico en 1927. El diseño de Byam se basó en el de los Bowlus, introduciendo de esta manera algunos cambios que revolucionaron la idea de vivienda móvil, como eliminar las aristas o emplear el aluminio como material de revestimiento, haciendo de la Airstream una caravana mucho más ligera y aerodinámica que el resto.

Tan popular se hizo esta caravana, que al regreso de la primera expedición lunar, cuando Neil Armstrong y el resto de la tripulación del Apolo 11 tuvieron que ser puestos en cuarentena hasta que se certificase que no portaban agentes patógenos, fueron alojados en la Mobile Quarantine Facility, una versión adaptada de la Airstream Clipper. Y si no me creéis, aquí tenéis la foto de los astronautas con el presidente Richard Nixon.

Y hasta aquí esta historia de domingo por la tarde, que sé que se os hacen muy largos.