1.2.15

Tailandia. El viaje.

Todo empezó con algo de dinerillo que teníamos ahorrado, con las ganas de irnos lejos de aquí en Navidad y con encontrarnos con una oferta de vuelo directo bastante asequible a un destino que nunca nos habíamos planteado. Hablando con algunos amigos que habían estado, nos decían que estar por allí era muy barato, tanto comer como desplazarte por las ciudades, hacer excursiones o incluso pillar vuelos internos. Eso unido a la posibilidad de descubrir y conocer una nueva cultura y experiencias, hizo que nos tirásemos a la piscina. 

Sólo llevábamos el vuelo y el hotel de la primera noche, el resto, nada: ni hoteles, ni ruta definida, ni excursiones, ni desplazamientos; sólo una guía de Tailandia casi sin leer, una mochila, 4 camisetas, un bañador, una chanclas, anti-mosquitos y Fortasec (aún no entiendo cómo no nos hizo falta). A decir verdad, no esperaba mucho de este viaje, pero no sabía cuánto me iba a equivocar. 

La aventura comenzó en Bangkok: caos, ruido, tráfico, desorden, olores, mierda, templos, mercados, comida por todos lados, túk-túk, calor, picante, gente amable, taximeter please, fin de año, barcos, excursión a Ayutthaya, budas, rezos, descalzarse, curso de cocina, comer casi regalado y mucho más. 
Después de varios días en la capital, pillamos un tren hacia Chiang Mai, al norte del país. Tanto los transportes como las habitaciones las pillábamos con el móvil la noche anterior donde cogiésemos wi-fi. Fueron más de 15 horas en un tren en el que la gente subía y bajaba en marcha, en el que cagabas directamente a las vías, en el que dormimos en literas del tamaño de un ataúd y en el que la comida se preparaba en el baño. Unos días en Chiang Mai en los que, entre otras cosas, tuvimos la experiencia de apadrinar durante un día a un elefante y cuidarlo, darle de comer, aprender a montarlo a pelo, pasearlo por la selva y darle un baño en un río. De verdad, increíble. 
Después pillamos un vuelo al sur del país, a las islas. Estuvimos algo más de una semana entre la zona de Krabi (Ko Phi Phi, Railey y otras maravillas) y la zona de Ko-Tao. Al llegar a esta última isla, de noche, ya casi sin dinero para pasar varias noches y comer, una señora del pueblo nos debió ver la cara y nos alquiló una habitación detrás de su tienda (una especie de 20 duros de allí) por 3 euros al día. Era un habitación minúscula con un colchón en el suelo, tres cuadros de flores, una balda en la pared y la foto del rey, pero estaba limpia y nos salvó el viaje. Desde aquí, gracias a esa señora. Todo lo que diga de las islas es poco. Es como estar constantemente en un fondo de pantalla del ordenador: aguas cristalinas, palmeras, bucear de noche, cenar en una cutre barbacoa en una isla minúscula que rodeas en 2 minutos, trepar por riscos para tirarte al agua, alquilar una moto (2 euros diarios) para descubrir todos los rincones de la isla, buscar playas entre la jungla, perder el móvil en el fondo del Índico y conocer a mucha gente maravillosa. 

Antes de hacer el viaje pensaba que traería fotos increíbles, pero una vez allí, estás con la boca abierta todo el rato y los ojos como platos intentado asimilarlo todo y no tienes tiempo ni ganas de preocuparte por sacar fotos decentes, así que lo siento por vosotros.

En definitiva, un viaje en el que hemos disfrutado como enanos, en el que nos hemos llenado de experiencias y que quedará como uno de los mejores viajes de nuestra vida. Por ahora.


























































































8 comentarios:

Fran dijo...

Que tal Victor!
Lo primero gracias por compartirlo, me he pasado un buen rato con esas estupendas fotos de vuestro viaje, ademas tu crónica me ha parecido muy fresca, sin piruetas poéticas y agradable de leer, en serio te lo digo. La selección de fotos es muy buena e ilustra muy bien lo que nos cuentas. No es fácil quedarse con una, pero si tuviera que hacerlo creo que me quedaría con la 59 (la de la piel del elefante), me encantan las fotos con textura y esta es una excelente muestra de lo que podríamos llamar foto-virtual, si es que parece que la puedes tocar y sentir toda su rugosidad!!! Como bien dices debió de ser una experiencia increíble estar a cargo de ese grandullón...jeje
Por cierto, he tenido que buscar para que servia el medicamento que comentas, celebro que no lo estrenaseis, al parecer es de lo mas común cuando viajas a este lugar.
Pues nada mas, sigue dándole al disparador que lo haces muy bien.
Un saludo!

Víctor. dijo...

Muchas gracias por pasar y comentar, Fran.

Tenía algunas más de texturas y de detalles, pero me quedé sin hueco en la tarjeta y tuve que empezar a borrar fotos. Entre eso y que perdí el teléfono con otro buen montón de fotos, se ha hecho lo que se ha podido.

¡Un saludo!


Superzuri dijo...

¡Qué maravilla!
Añadido a la lista de futuros viajes.

¡Saludos!

Víctor. dijo...

:)))

¡Un abrazo, superzuri!

Jesús dijo...

Increíbles las fotos!!!!. Lejos de la típica visión que se nos ofrece del país. Buena elección el recorrerlo de esa manera. Un saludo,

Víctor. dijo...

¡Gracias, Jesús! ¡Un abrazo fuerte!

Anónimo dijo...

me ha prestado mucho, el texto y las fotos (hay unos cuantos fotones)...un abrazo, pisha

godo, el de amalgama

Víctor. dijo...

Gracias, Godo, siempre es un placer tenerte por aquí.

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